lunes, 4 de marzo de 2013

Confesando.

Hoy va a ser algo distinto, para variar. Hoy no toca ni relato ni reflexión, ni poesía ni carta. Hoy toca sincerarme un poco con un aspecto de mi vida que, a día de hoy, me produce cierta sensación de cansancio y dolor. Aquellos que no entiendan que clase de dolor puede ser ese, les compadezco, pues repito una y mil veces la frase que cierta persona me enseñó: "No hay mayor gloria posible, que luchar por una causa perdida".

Hablo de una persona que ha cambiado. De ser quizás una representación casi literal de la inocencia, del orgullo paterno pese a su actitud, de ser el centro de atención prodigioso de mi mentor; de ser una persona por la que he batallado varias veces, ser un pilar en mi vida, así como sus gestos, su maldita gracia y nuestras peripecias de pequeños,  a ser olvido. Olvido quiere decir a no ser más el sol del universo de un hombre, a no ser la amiga de una mujer, a no ser la hermana...de dos hermanos. Ha pasado de ser una princesa, vestida como tal, a ser olvido, vestida de vergüenza.

Hoy, a kilómetros de casa, he recordado ciertos momentos, esbozos de una vida anterior, conceptos olvidados de un cálido pasado que me arropa cuando me encuentro vacío de esperanza y fuerza. Entre todos ellos, destaco aquella mirada vidriosa cuando se portó, de muy niña, y se le comparó su futuro con mis notas. Subió al cuarto de mis padres llorando, y yo tras ella, para consolarla. Recuerdo que le expliqué como estudiar, como ser mejor persona, como no mentir. Pero lo que más recuerdo es aquella frase que aquella personita morena y menuda me dijo mirándome tras aquellos pequeñas y diminutas lágrimas:
-¡De major vull ser com tú! (De mayor quiero ser como tú)

Yo no tendría más de doce años seguramente pero recuerdo que aquella, mi hermana, con sus pequeñas manos abrazándome y llorando por decepcionar a mis padres, a nuestros padres; ella, me hizo sonreír.

La fuerza de aquella convicción fue cambiando poco a poco, mientras que sus notas iban en descenso, así como su voluntad también descendía de esferas, hasta llegar a estos días. Días oscuros sin duda. Cuando más fuerte he tenido que arrimar mi corazón, así como mi hermano y mi progenitora. Cuando más tenaces han debido ser los hermanos de mi padre, tíos míos. Cuando la lluvia se vuelve en una constante en nuestras miradas.

Ella ha fallado. Pero no de manera leve. Ha fallado estrepitosa, brutal y totalmente. Ha fallado en amor, en confianza, lealtad, pasión, tenacidad y, sobretodo, ha fallado en perseverancia, marca de la casa de mi familia. Ha fallado en ver más allá del egoísmo intrínseco que es su vida, así como ha fallado en derramar lágrimas de aquellos que nunca, nunca debieron haberlas derramado.

No escribo este post, este...esta confesión de mi mente si no es con la esperanza de que ella misma lo lea. De que entienda cuanto daño ha sido capaz de infligir en tres almas, ya masacradas, y cuanto queda para que acabe por desembocar en una desgracia.

Solo esperando volver a ver aquella que era la protegida de mi mentor, de mi comandante, de mi padre, de nuestro padre.

E.M.S.A


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