martes, 26 de febrero de 2013

El niño nuevo.

Bilú era un niño como otro cualquiera. Su vida no cambiaba mucho en verdad día tras día. Lo llevaban a la guardería, jugaba, dormía, comía, reía, aprendía y a casa. Esa era su vida en aquellas cuatro paredes. Y así, era feliz, no le faltaban amigos, ni juguetes, ¿qué más podía desear?

Pero un día si que hubo algo diferente. Hubo un niño nuevo. Muchas veces iban niños nuevos, pero era algo normal, enseguida hacía amigos y ya no eran novedad. Dejaban de ser los reyes en poco tiempo. Incluso la pequeña Susy se olvidaba de ellos después de que los demás les hiciesen tanto caso. Pero no, allí había un niño diferente, estaban todos gritando hacia él, en una piña, y no parecían precisamente contentos.

Poco a poco Bilú se fue acercando, y cuando vio al niño nuevo, no entendió muy bien que pasaba. Vio a un niño nuevo, con camiseta amarilla y pantalones morados. Estaba en el suelo llorando mientras los demás le gritaban cosas muy raras, pero Bilí reparó en que estaba un poco sucio aquel niño nuevo. Enseguida lo entendió, ¡aquel niño estaba sucio y los demás le estaban diciendo que se limpiase, pero como lloraba tanto no les oía!

Bilú corrió a por sus toallitas, y al llegar a dáselas, notó como sus amigos y compañeros le miraban mal. Pobrecillos, pensó, tenían envidia de que él fuese a ser el mejor amigo del chico nuevo. Pero por sorpresa, aquel niño le miró la toallita, y se la tiró al suelo, y se fue corriendo al baño llorando. Bilí no entendía nada.

Al llegar su madre, se lo contó, y le dijo que no estaba sucio, que aquel era el color de su piel, que era diferente a la suya, y nada más. Bilú pensó que, aunque lo intentaba, para él eran exactamente iguales. Y por eso cuando se fue a casa se vio al espejo. Él estaba muy limpio, pero...¡eso podía cambiar!

Al día siguiente, Bilú como siempre llegó el primero de todos los niños, pero llevaba escondido algo en sus pantalones. En cuanto su madre se fue, corrió al baño y no salió hasta después de una hora.

Cuando por fin salió, vio lo mismo que el día anterior. El niño nuevo en el suelo llorando, pero al acercarse, todos dejaron de mirarle a él, para dirigir sus miradas hacia él mismo. Todos le estaban viendo, tan sucio con sus ceras de color negro como el niño nuevo. Se sentó a su lado, y éste dejó de llorar por un momento. Le sonrió Bilú, pero él sin embargo le empujó de nuevo mientras volvía a correr al baño llorando. Los demás se burlaron de su nuevo color de piel pero a él no le importaba.

Después, su madre, mientras le lavaba en  el baño, le explicó que la gente se  suele reír de las personas con pieles diferentes porque les hace gracia y eso hace sentir mal a los que son así.  Bilú lo entendió solo a medias, porque los dos días sólo había tratado de ayudar al chico nuevo. Pero tuvo una idea magnífica. Iba a ser amigo de ese niño nuevo, costase lo que costase.

El próximo día, jugó hasta la hora del almuerzo. En ella el niño nuevo se reunía con ellos para comer, así que era el momento ideal. Y justo en el momento en que los demás iban a gritarle y a reírse de él, Bilú apareció. 

Al verle con un enorme bigote pintado y un parche en el ojo, también pintado, los demás se rieron de él, pero a él no le importaba nada. Se fue directo a hablar con el niño nuevo, que al verlo, también se rió con él. Todos rieron, y el niño nuevo dejó de llorar al ver que Bilú solo había tratado de ayudarle. Sin embargo, cuando rió, todos vieron sus blancos dientes, y dejaron de reírse de él. Tenía una sonrisa mu bonita, e incluso Susy le dijo "Hola!". Bilú se sintió celoso, pero al ver como el niño nuevo iba a jugar con él, solo pudo sonreír y preguntarle:
-¿A ti te gustan los power rangers, y a ti?
-¡Si!
-¡A mi también! ¡Nos parecemos mucho!

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