martes, 27 de marzo de 2012

Tardío regreso.

Marzo del año oscuro de la humanidad.

Inmensos abrazos.

Creí que con vuestra marcha no habría mas que sacar fuerzas de flaqueza, aquellas mismas que me enseñasteis a usar en casos de extrema necesidad, tales como el amor, los sueños o la familia. Creí que con un poco de tiempo, y con aquellas enseñanzas que inoculasteis en mi, podría llegar a sobreponerme a vuestra ausencia. Creí, equivocado, que mis ojos serían una efectiva presa para mis saladas lágrimas, pues me instruisteis en la fortaleza del soldado, y en ella me nutrí, pero caí, como caigo, cada noche.

Impido al tiempo tocar ni siquiera uno de los instantes que pueblan mi mente de vos. Dentro de mí se libra las fiera batalla que nunca concebí: la batalla por ver vuestra cara, sonriendo, pero mi armadura de palabras y enseñanzas se desmorona, y por ello el olvido da un paso adelante con cada lágrima que no derramo, pues no pensar en vos me duele, pero más me duele el reconocer que vuestra marcha se alargará más de la cuenta.

No pretendo que os sintáis mal, vuestra marcha es una prueba, lo se, de amor y confianza, pues solo amándonos como lo hacíais y educándonos como solo vos lo supisteis hacer habríais marchado de nuestro lado, pues confiasteis en nosotros, en aquella estela de amor y ternura que fue nuestra unión, tan poderosa a veces, que olvidaba que en ocasiones, en alguna batalla de extrañas circunstancias, vuestra vida peligraba.

Recuerdo, recuerdo como ganasteis aquella feroz pelea con aquel enemigo de humo y cenizas, que, tratando de llegar a vuestra boca, a vuestros labios, siempre os detenía el corazón. Pero, un día, a9j través de una misiva, os hice saber que cada vez que os enfrentabais a él y perdíais, a mi se me encarecía el aire. Recuerdo, pues, como días después, estando yo al otro lado del mar, me llamasteis con el brillo de la victoria en vuestra voz. Me confesasteis que hacía días que habíais vencido a tamaño enemigo. Fue la vez que mas logré contener mis lágrimas saladas de felicidad, pues como soldado debía hacerlo, pero cuando no lo supisteis, bajo la lluvia sajona lloré como un niño feliz.

Os escribo, porque os añoro, porque es difícil resistir tantos obstáculos, tantos cambios sin vuestras directrices. Acudo en secreto a visitar vuestro monumento tanto como me es posible, pero aún con todo necesito recordar aquellas palabras. Aquellas órdenes. Guardo mi posición, con un reloj maldito en una mano y un alma encarecida con el tiempo. Guardo mi posición con mis ojos rojos, mis dientes apretados, mi corazón palpitante, nervioso y is manos apretando con fuerza un mundo arrugado.

Guardo mi posición, porque voy a esperar vuestra voz, de vuestros labios, pues es duro resistir mil batallas sin el apoyo de un comandante...
...pero más duro es el pasar día tras día, noche tras noche, sin oír la voz del padre que tanto enseñó a sus retoños.

Se despide de vos este inclemente recluta que no cesa en su intento de mantener vuestro orgullo, no en el mismo escalón, si no mucho más alto, pues todas aquellas promesas, todos aquellos sueños, todas aquellas aspiraciones que os contaba, todas, serán cumplidas.
Desde la primera...
...a la última.

E.M.S.A

No os olvido, aunque sea tardío vuestro regreso.

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