sábado, 26 de febrero de 2011

Optimismo

Apoyó sus pesadas botas en la húmeda mesa, llena de polvo por los años. Agachó su sombrero de punta en el momento en que pasaban delante de él los soldados del rey. Se sacó su espada y la dejó apoyada sobre su pierna, que descansaba sobre el mueble. Esperó hasta que vino el camarero, y sin dejarle decir nada, sacó diez monedas de oro puro y le pidió lo suficiente para pasar ahi toda la tarde, y que le fuese imposible ir muy lejos al salir.
Al poco el tabernero llegaba con una bandeja llena de aguamiel, vino, y bebidas comarcales, habiéndole incluso regalado botellas que valían ya de por sí mas de una moneda.
Miró sus ropas. Una triste capa escarlata, tan desgastada que parecía terciopelo mojado. Una camisa blanca, la misma que lucia en el ejército, con tantos agujeros cosidos y manchas de sangre que a veces se preguntaba su función, y unos pantalones marrones, que acababan en un extremo en un fajín rojo, y en  sus botas. Las mismas botas que le robó al mismo capitán.
Ahora era un simple fugitivo. Pero no saldría de la ciudad. Tenía planes. Hoy tocaba celebrar su vuelta de la guerra, y que al bajar, todos sus compañeros habían sido apresados o ejecutados en ese mimso instante. Unos pocos como él, fueron mas rápidos y desenvainaron sus espadas lo suficientemente rápido para crear un pasillo entre el bullicio.
Al poco, Marevir era un conocido fugitivo, líder de la rebelión del puerto del ejército de la resistencia.
Y se sentía tan bien que se bebió de un solo trago toda una jarra. ¿Qué podía pasar?

2 comentarios:

ese barra a punto dijo...

Nothing left to lose.

Anónimo dijo...

com certeza,
otimismo!!!