domingo, 23 de agosto de 2015

Epitafio en logro

مارس بیست و هشت

Me hallo, no en sitio ni en espacio, sino en tiempo, en el último, astral y cenital, de hecho. No hay saludo pues que os halle en justicia y, por ende, no encuentro mayor respeto hacia vos que mostrar mi mayor defecto, pues os tengo un corazón tan fiel que perdonaría toda ofensa, en pos de una mirada certera de vuestra abisal faz.

Que ya se halla lejos el calor que esperaba llegaría a calentar las funestas y hediondas entrañas de éste, un caballero perdido sin lanza, quizás gloria, pero sin sed ni hambre, solo plenitud de ausencias y amarguras.

Hay cielos con colores más vivos que los que en mi piel se aguardan, y sin embargo hay mayores penas en mi mirada, aún mentirosa y carente de alegría hacia el exterior incoherente, aunque sea mi interior un espejo roto, marchito, sucio y destartalado.

Que os hablo, poco y ya antes de partir. Hoy es más oscura la noche, aunque no han cambiado las estrellas, ni el estratosferio, ni siquiera la luna. Pese a todo, la noche es más oscura, y con ella, más oscura mi efímera bondad, marchita y herida de muerte.

Os hablo, como decía antes de sumergirme en mi propia locura, para adueñarme de las últimas gotas de valentía que en mi copa he hallado. ¡Que he bebido toda al rehuiros!

Pero mi buen mesonero me ha escanciado una potente ventura de fuerza, al menos, esta, por última, noche.

He hallado caminos insondables, y he cambiado de bandera. He visitado la historia en su plenitud y he abrazado una cultura orgullosa. He entablado espada contra enemigo vil y he resistido achaques contra las más buhoneras de las perversidades...

...he sido reo y verdugo, no sin antes ser mudo y ciego. He afilado y mellado armas en mi lengua. He surcado sudores y he sudado surcos. He notado la tierra tragarme y he abierto almas para sanar. Hay lugares en los que mi nombre se me conoce, más no es mi cara más que un espejismo desolado por lo que he sido y no volveré a ser.

He ennegrecido mi espalda con vuestras capitales, al menos, una de ellas. He conjurado el viento en pos de vuestro aroma. No quedame ya cambio alguno para corresponderle y me veo forzado a reciclar mis más avariciosos momentos con vuestro fugaz dardo en mis pulmones. De hecho, creo recordar como hay más de mi en vuestro reino de lo que jamás llegaréis a conocer.

La fortuna me ha sonreído, y no la he necesitado, os la he repuesto...¡y de qué manera! Que no hay cielo estrellado que no os envidie al danzar pues brilláis tanto que parece baile vuestro paso al andar.

Pero no, no retengo lágrimas y temblores arquetípicos para excusar o exigir, solo para aprovechar mi buen brebaje de bravura. ¡Qué valiente se es cuando el valor es mortaja del raciocinio!

En fin, que no he hallado ya motivo, antes de que mi nave zarpe, concuerde con una vida nueva y con un zenit en el que perder mi humanidad ya descrita y casi del todo despedazada. Y es por ello en que me veo empujado a amar.

A amar vuestra figura en una mente enmohecida pues nadie llegó a ella. A amar aquella mirada extasiada, o aquella sonrisa estática. A amar aquellos dedos finos...ay aquellos dedos...aún los siento acariciando mi mal doblada espalda, doblada ahora por el dolor.

He hallado caricias que han suscitado dolor en pena de recuerdo, pues no hay mayor tristeza que verte abocado a la ausencia de lo amado, y en vos...ay...que en mi la tristeza se ha consagrado y cebado, cuál verdugo...¡qué digo verdugo! Cuál ramera que me ha poseído noche tras noche.

He amado tanto vuestra mirada que no hay marcha en la que no me consagre en ella. He aprendido a escribir pero vos sois plato de mala pluma y se me quiebran todas con vuestro nombre, y sin embargo, heme aquí, tratando de conjurar alguna clase de deidad, pero no aparece, no os halláis.

He hablado tanto con la reina astral de la noche que he hallado en ella la más efectiva de las madrinas y acusadora de mis sueños, pues en ella os veo reflejada, y qué doloroso dulce me apuñala cuando, en ocasiones la miráis. Tenéis una mirada fuera de todo mundo imaginable.

Que sois dueña de mi corazón y mi cuerpo, de mi alma y de mi voz, las cuatro partes de mi que, en sucesión dolorosa, se rompieron, pero se hallan esparcidas, luchando. Que no hay tierra en el recuerdo que me oculte la luz para seguir avanzando.

Y bien, y mal y todo poco. Que ya viene mi galera, la veo en el oasis de la eternidad, donde no hay lucha, donde las apuestas ya han tenido lugar. Perdí, aunque aposté, y volvería a apostar, por ver las alas batir, no por mi corazón lograr latir entre tanto caos.

Porque sois ello, caos.

El más bello caos que jamás encontraré en mis aventuras, y que me azoten una y mil veces si antes de que, ya en mi ocaso, cuando mis dedos dejen de temblar y mi garganta exhale mi última risa, no os pienso, bella, humilde, única, e inocente.

El más bello, inocente y tierno caos del oeste, del este, del sur, y del norte.


Vuestro pues, hasta que la marisma se lleve mi esencia,
hasta que las gaviotas devoren mi ser,
y el sol seque mis heridas.

Eternamente vuestro.









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