miércoles, 12 de marzo de 2014

Dos.

13 de Marzo de 2014.

Por no saber, no sé siquiera como saludaros...

Me han llamado fuerte en ocasiones. Cuando mi sonrisa se halla ausente, es notado. Es suficiente con una mirada, para que se me pregunte qué me ocurre. Llevo una semana ignorando estas y otras preguntas. No me pasa nada. No quiero que me pase nada. Ya no quiero, pues nada es lo que quiero.

Lo que yo quiero, lo consigo día tras día.

No sois ya recuerdo. No sois ya pena. No sois ya garra, ni fuerza, ni incertidumbre. No sois nada y lo sois todo. Sois dolor. Dolor, eso sois.

Sois dolor para cuando escribo y no estáis. ¿¡Dónde quedaron aquellas palabras de ánimo cuando necesitaba un empujón? ¡¿Dónde aquellos empujones cuando necesito unas palabras de ánimo?

Arrebatados, eso han sido, y aún hoy, dos años después, como víctima de una enfermedad de olvido, no logro creer que no vendréis, me abrazaréis y, si fallo, me levantaréis...

Cierto es que me ensañasteis a levantarme a toda costa, y, en palabras de un ser querido de vos, soy de vuestra misma caliente sangre, pero... ¿Y lo seguro que lograba sentirme al ver una mano grande, morena y firme frente a mis ojos cuando dudada?

Son ya dos años en los que no pude siquiera despedirme. Cierto es que me escucháis. Cierto es que blasfemo al pensar que siempre me acompañáis...pero cierto es también, a su vez, que no fui capaz de despedirme de vos, de vuestros enormes ojos marrones, eterna herencia que espero llegue a la eternidad, ni siquiera logré atesorar por una última vez aquellos enormes abrazos que rompían temores, mataban quimeras y asesinaban monstruos.

No hay mayor vacío que el que me deja vuestra voz...es tan duro pensar que algún día llegaré a olvidarla que me odio cada día en el que vuestro timbre no es mi canto de gallo. No hay novedades en esta misiva, quiero que leáis lo que siento, no lo que vivo, y siento vuestra ausencia.

No soy soldado, nunca lo he sido, y difícilmente seré capaz de llegar a serlo sin vuestra ayuda. Caigo, me levanto, pero es cada vez más difícil recordar la senda que una vez vos iluminabais con cada paso. Qué frágil es mi estela ahora que no trazáis el rumbo...

Divago, pero siempre en la misma dirección. Os añoro, sin más. Sois estaca inarrancable de un corazón que, desde vuestra partida, se resiste a sentir, a abrirse, a sufrir, a ser herido. Habéis sido llave y cerradura, y por ello os doy las gracias, pues con suerte, este pobre infeliz no volverá a sentir, y se verá protegido de estos dolores que, de lo tenaces que son, atraviesan toda barrera, y me infligen un severo castigo.

Recuerdo cuando me enviasteis....

"Si me necesitas, llama"

 Cada noche me mentís...y cada noche os creo, nuevamente...


Cada vez más duro, pues a cada vez siento menos vuestras enseñanzas...

E.M.S.A
El Monstruo del Sentimiento Arrebatado.

1 comentario:

María dijo...

Profundo tu escrito, se siente.

Un beso.