miércoles, 12 de junio de 2013

El aroma de un mañana

En aquella región, Vítor aún era conocido. ¿Cómo siquiera olvidarle? Había sido, sin ninguna duda, un héroe.

Cuando aconteció la guerra civil, los soldados, los jóvenes y los más retirados y añejos veteranos fueron llamados a las armas. De una parte, unos ideales cualquiera, de otra, otros ideales, sin fundamento. Muchos sabios describieron aquella como la guerra más estúpida jamás concebida, pues enfrentó hermanos con hermanos, hasta el punto en que pasados dos años, se disparaban sin fundamento alguno, habiendo olvidado el inicio de la batalla.

Sin embargo, llegó él. Vítor.

Era un pintoresco muchacho, con una pequeña petaca de extraña forma. En lugar de beberla, él inhalaba su contenido, y al hacerlo, sonreía admirablemente, de manera natural.

Vítor fue directamente a hablar con el comandante, y le pidió crear una brigada de interceptación de efectivos enemigos, también llamada IEN. Éste se negó hasta que le dijo que la brigada se compondría de él mismo, nada más, pidiendo solamente unos ropajes de camuflaje y un arma.

Nadie entendió como, Nadie se percató de sus maneras, pero el primer día, Vítor trajo a cinco hombres enemigos, dormido y maniatados.

-Jose Pérez, John Williams, Olaf Nhiestvitz, Nero Túnez y Omar Alhám-Dijo al llegar a la base, y dejarlos en una nave abandonada, atados al suelo pero libres, para poder alimentarse y vivir-Son mis prisioneros, y no se les hará nada.

Hubo un día en el que, estando en las trincheras, leyendo, a Vítor un soldado le preguntó, pues era ya conocida su fama:
-¿Cuál es el mejor soldado?
Y sin dudarlo siquiera, sin mirarle, sacando su petaca y  sonriendo, Vítor respondió:
-El que vuelve con todas las balas de su fusil.

Ya eran decenas los prisioneros en la nave, en pocas semanas. Y se decía que por las noches se oía música, se oían gritos de júbilo y se oían risas.

Otro día, justo tras dejar a otro hombre más, su comandante le detuvo, y con él, toda la compañía allí presente:
-Vítor, dime, ¿Qué llevas en la petaca? ¿Se trata de heroína? ¿Algún nuevo tipo de droga estimulante?
Sin embargo Vítor sonrió, y sacó su petaca de plata. Miró a su comandante, y se la enseñó:
-Aquí llevo lo que he traído de mi tiempo. Un tiempo maravilloso. Un tiempo glorioso. Aquí llevo, atrapado, el olor de un futuro sin guerras, sin hambre, sin injusticias, sin muerte, sin destrucción, un mundo, puro. Aquí llevo el olor de un lugar, un tiempo al que llegará la humanidad si sobrevive a esta guerra.

Y así, todos los soldados olieron poco a poco de aquella petaca. Todos, sin excepción, y al hacerlo, sintieron como sus hermanos, sus primos, inclusos sus padres o hijos merecían vivir aquel devenir.

Y la IEN empezó a engrosar decenas y decenas de voluntarios, que por la noche secuestraban a los enemigos, sin violencia, sin matar a nadie, poco a poco, en silencio.

Y al fin, cuando solamente un puñado de políticos y algún que otro fanático se debatían en estúpidas creencias, mientras tanto, miles de hombres y mujeres, hermanos y hermanas, sangre del mismo pueblo, leche de la misma tierra, todos cantaban y reían a salvo en aquella nave, que no era una prisión, era un paraíso, mientras que Vítor la había usado para reunir a los rehenes del otro bando con sus seres queridos en aquel, el bando que él eligió.

Y aún con todo, Vítor desapareció, no sin dejar aquella petaca, que siglos después, nadie nunca supo que solamente tenía dentro el aroma de una flor.

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