domingo, 18 de noviembre de 2012

En horas intempestivas.

19 de noviembre del mes más oscuro que jamás aconteció a mi alma.

Hora: 2:24.

Se presenta el más dolorido y sin embargo más orgulloso recluta que jamás engendrasteis. Os saluda desde su cama, en donde como tantas otras noches, no hallo el sueño si no una amarga y dolorosa ausencia. Que no es sollozo lo que aparece en mi garganta, que es pena humana; que no son lágrimas lo que de mis ojos surgen, son pedazos marchitos de mi alma; que no son palabras lo que destila mi boca cuando observo en la oscuridad de la noche vuestro retrato, que son vendajes vocales para un corazón ya podrido sin vos.

Que aunque lo niegue y sea capaz de sonreír día tras día, aunque sean vuestras memorias, precursores oscuros de mis momentos más felices...¡Que sea capaz de luchar ahora con más ahínco que nunca pues es vuestro nombre mi espada y vuestra mano mi escudo!
Aunque con mis ojos emprenda viajes hacia la cura de una vida rota por la mala fortuna, es vuestra ausencia una dura lucha diaria que con mi fuerza vital pelea, y aunque son vuestros dictámenes eficaces reglamentos acerca del honor y la nobleza, hecho en falta compartir con vos canciones con la más bella pasión. Hecho de  menos tocar vuestra mano, rociarla de mis juveniles ansias de abrazaros. Hecho de menos vuestro abrazo, siempre presente en mi, pues era un credo secreto el abrazarnos cada mirada sincera...

Pero lo que llego a añorar, con la fuerza del deseo y el ardor del fuego, lo que más entristece mis entrañas, es el no volver a oír vuestra voz cada día. Es un duro peregrinaje a la locura el mirar lo que antes eran vuestras misivas diarias, y no hallar más que el pasado, solo encontrar la limosna de un tiempo ya ajado que me abre heridas que nunca llegan a cicatrizar.

¡Os añoro como una luz en una caverna, como la luz astral que me guiaba sin contemplaciones sobre un puente que, aunque roto, vos reparabais con la premura, la eficacia y el desdén del paladín protector!

Periódicamente os escribo desde los mares, en horas uniformes; en lagos ocultos, envuelto de nieblas paternas; os escribo desde lejanos lugares, y os escribo desde aquellos montes que recorrimos juntos. Os escribo, porque no puedo pensar si quiera en que nunca más vuelva a deciros nada más. Os escribo para dejaros un testamento fértil de mis ansias de veros. Os escribo...comandante...porque os quiero como dijo el poeta, no os quiero ni mucho, ni poco...

...os quiero siempre.

Desde mis más profundas entrañas os suplico perdón por este ataque de loca cobardía. Vos no llorabais, sonreíais y empujabais con más fuerza vuestros demonios. Una vez más, así lo haré, pero dejadme suplicaros una noche más un abrazo, un beso, una mirada...y un te quiero.

Del interior de vuestro más débil recluta:

E.M.S.A
El Monstruo del Sentimiento Arrebatado.

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