domingo, 9 de septiembre de 2012

A luchar!

Debido a ciertos sucesos ocurridos los últimos días, pese a las mil y una calamidades (propias de la exageración de la edad) me siento pletórico, lleno de energías, capaz de enfrentarme a un huracán. Volví de un viaje con la moral y la tenacidad rotos por el abandono de sus facultades, me sentía débil y, en verdad, la idea de rendirme pasaba por mi mente más de una vez al día.

De repente, tras estudiar, me dispuse a ver la tele. Creo que nadie, ni mil canciones ni mil amigos, ni mil amores me habrían conferido la misma fuerza interior. La misma vergüenza por querer siquiera desistir. De hecho, impropio en mi, me dispuse a dejarme llevar,  a gritarle a la tele.

Lo que vi, lo que me ha conferido una fuerza que desaparece y vuelve a placer fueron los juegos paraolímpicos. Vi en especial la competición de natación. El primero, un brasileño con la mitad de los brazos, sólo uno de ellos tenía un pequeño apéndice a forma de dedo. El segundo, un americano con solo la mitad del bíceps. El tercero, mi último héroe, y al pensar en él, no puedo mas que acallar unas lágrimas que me vuelven más fuerte.

El brasileño celebró su oro sonriendo, lógico. El americano se mostró  frío ante su plata. Pero sin duda el tercer clasificado mundial, el coreano fue el auténtico protagonista. Un joven coreano, sin literalmente brazos, sólo dos muñones a la altura de los hombros, había logrado quedar tercero. Pero no podía más que sonreír de una manera extasiada, casi llorando, sonriendo y riendo, agradeciendo cada foco, cada foto, cada aplauso. Los comentadores halabaron todos y cada uno de sus gestos y, en el momento en que le entregaron el ramo de flores y lo cogió, sujetándolo con su cabeza y su hombro, contorsionándose, no pude más que aplaudir desde casa.


Eso me hizo salir a fuera y mirar el cielo. Escuché lo que había aprendido o me acababan de recordar, me escuché a mi mismo hace años. Que nunca hay un obstáculo lo suficientemente alto o extenso como para no poder superarlo. Que sólo la soledad nos quiebra el alma, pero es tan cobarde que sólo aparece cuando nos encontramos débiles. Que una sonrisa puede iluminar el mundo más oscuro, y que una risa puede romper el silencio más sepulcral. Que un logro no vale si no lo que nosotros le otorguemos. Que no hay valor alguno en conseguir lo posible, QUE HAY QUE DARLO TODO Y MAS POR AQUELLO QUE NO SOMOS CAPACES DE CONSEGUIR. Si un pájaro puede volar meses enteros, yo puedo luchar años seguidos. Si la lluvia logra erosionar montañas enteras, yo puedo moverlas. Si el sol puede darme la vida, yo la viviré con la misma fuerza. Si el barro sigue mojado, caeré sobre él todas las veces que haga falta, pra volver a levantarme.

La voluntad humana es tan fuerte, que muchas veces me impresiono sobremanera. Vuelvo a leer, vuelvo a escribir, vuelvo a dibujar, vuelvo a luchar por mis sueños y vuelvo a sentir que aquellos que no están, siguen conmigo. Sueño con ellos, y mi mismo corazón conoce su ausencia pues hace tratos irrisorios con mi subconsciente, los soborna y mis sueños, aunque incoherentes, me parecen realidades. ¿Por qué? Porque en mis sueños siguen aquellos que ya no están enseñándome. Me siguen arropando y me siguen tratando con la dureza del soldado. Siguen mirándome como un nietom como un sobrin...como un hijo. Hoy el sueño ha sido más nítido que nunca y he sonreído pues me ha otorgado la fuerza necesaria.

Así pues, si soy capaz de sonreír entre una tormenta, si soy capaz de abrazar con mis brazos a todos aquellos que ya no están, si mi alma es capaz de hablar con ellos cada noche...¿qué puedo temer? ¿Qué podéis temer vosotros? Levantarse es el único pecado del luchador. Cuando pienso en mi nombre, en mi herencia, siento que soy la chispa de una llama que jamás debe ocultarse.

Así pues...

 
Seré hoy un mandoble sangriento,
mañana, sin embargo, una daga dura y poderosa;
seré un escudo capaz de detener el viento
y una guadaña incapaz de cortar una rosa.
 
¡A luchar, a luchar soldados!
Pues es el mañana un campo de batalla ténue,
no hay lugar en que mis fuerzas no sean la de mis hermanos
pues en ellos hallo la salida a éste mundo abandonado tristemente.
 
¡A luchar!
Nunca  olvido sonreír, y más fuerte sonrío
cuánto más fuerte es el enemigo a derribar.
Ésa es la belleza del soldado que ha vencido.
 
A luchar, a vencer, a ganar.
Cualquiera que sea el enemigo, caerá
y si no es así, besaré el fango mil veces más
pues jamás me rendiré, jamás mi alma decaerá.
 
¡Mil veces caeré, lo aseguro!
¡Pero dos mil de ellas me levantaré!
Y si llega el día en que no me muevo, en que pierdo el mundo
lo juro, me levantaré, me levantaré. Me levantaré.
 
 


2 comentarios:

Marinel dijo...

Mi hijo es periodista deportivo,(está comenzando ya que acaba de terminar la carrera)y vemos mucho deporte en casa,como comprenderás :)
Todo esto viene por esta entrada tuya en la que me he sentido totalmente identificada con esa fuerza que tú derrochas,ese positivismo tras ver a los atletas paralímpicos.
Son personas absolutamente geniales,luchadores/as nat@s merecedores de toda la admiración.
A ellos en mi opinión,deberían darles mucha más cobertura de la que se les da e incluso ese premio Príncipe de Asturias que han dado a dos futbolistas.
He dicho.
:)
Besos.

Anónimo dijo...

Supongo que todos tenemos días altos y días bajos, el mío hoy no estaba por las nubes y es cierto que con historias como la que tú transmites (porque por desgracia no se extienden a gran escala) se cogen fuerzas para seguir luchando. La vida va a darnos todos los golpes que decida, pero nosotros elegimos cómo afrontarlos.
Tan grande como siempre.
¡Un abrazo!