domingo, 6 de mayo de 2012

Glornik y Glorn.


Glornik pensaba en su padre de una manera lejana pero nítida. Nunca llegó a acostumbrarse a su marcha, en parte porque no fueron abundantes los momentos con él, en parte porque nunca se fue...pero..¡que vivaces eran sus risas juntos, sus peripecias mano a mano, sus conversaciones siempre teñidas de tintes filosóficos!
Ahora, cada noche, rozaba las estrellas con su palma, mientras sonreía. No lo vería nunca más, pero estaba tan, tan agradecido de cuanto le había dado. Cada lección para un mundo mejor. Cada palabra para un corazón puro. Glornik había llegado a ser todo lo que era, una buena persona, solo porque Glorn le adiestró en el arte de no mentir jamás, de nunca rendirse. Quizás por ello era tanta su obstinación. 

Pero, en ocasiones, el hombre lobo se sentaba solo. Siempre había sido solitario, pero desde la ausencia de Glorn, su corazón ansiaba el llorar solo. El emigrar solo. El ser un ser apasionado por los elementos mas fugaces de la naturaleza. 

Hubo noches en las que gritó al cielo. Aborreció a Azkal-Zigurat, y le exigió una explicación. Nunca ofendió a nadie, siempre le fueron robados sus esfuerzos y jamás levantó una mano con actitud vengativa. ¿Por qué entonces era tan dura con él la vida? Glornik estaba solo en Versia. Ya su padre nunca volvería, pero eso no era más que el comienzo. El saber que todas sus enseñanzas podrían morir con él, le afligían la garganta con un escueto dolor pero agudo cual aguja.

Otras, sin embargo, el hombre lobo se tumbaba bajo el manto lunar y miraba al cielo, solo. Aún guardaba dos almohadas de su padre y una cálida manta. Vetó su cama. Vetó sus sábanas. Vetó todo cuanto usaba para dormir, y ahora solo usaba aquellas pequeñas almohadas ajadas y aquella tela tan caliente, tan llena de su aroma. 

Cuando miraba sus manos, ya no le veía, pero sin embargo, le sentía. Al sentir el cálido tacto del sol diurno en su espalda, miraba atrás. Aunque él ya no estaba, la misma tierra le avisaba. 

Glorn siempre estaría con él, pues los grandes seres jamás abandonan la tierra.

1 comentario:

Mommyblue dijo...

Nada muere mientras viva en la memoria de los vivos, y de los que les sucederán.
Es la única manera de no morir.
Un aullido de respuesta, desde lejos y en la noche.