Un triste corazón solitario, abandonado por la felicidad

Y otra noche mas. Se quító la capa mientras le acariciaba el pelo. La colgó en el pomo de la puerta, dejando claro al servicio que una noche mas, no necesitaría de sus servicios.
Era una mujer alta, quizás pelirroja, el alcohol no le dejaba ver nada.
Por supuesto, era la mas bella del sálón de baile, y, por supuesto, su cuerpo era todo un reto para cualquier artista.
Una vez mas desabrochó un nuevo vestido, y bajo la luna atravesando la ventada y parándose en la sábana desparramada por el suelo, empezó a hacer lo que mejor sabia.

Quizás era su sonrisa, tan sincera y alegre que embaucaba a las mas resistentes, o sus ojos, que escrutaban el alma, y parecian deshilar los sujetadores de los sentimientos femeninos, ¿quién sabe?
Tal vez fuese su pinta de caballero despreocupado, con espada y sombrero de ala ancha y su barba desaliñada.

No, en realidad él sabia que el fruto de tanto sexo y mujeres a las afueras de su casa cada día, levantando el cuello sobre la ventana, era su voz.
Esa voz tan erótica, potente y sacarrosa, que se asemejaba al sonido de una vieja puerta. Esa voz que provocaba que el ambiente femenino elevase su temperatura. Esa voz que mil hombres odian, y que nunca ha logrado decir te quiero.

Cada noche, una nueva mujer.

Mas era el mas desdichado de los hombres, pues su mujer se fue con otra. La mujer que él amaba se fue con una fémina fatal, que ningún hombre podrá jamás alcanzar.
Por ello él corteja a todas las mujeres, para aprender ,mas de ellas y darle su merecido a la secuestradora de su bella Dulcinea.

Ella..que murió en un incendio...y la muerte, vestida con un corsé negro, se llevó, entre risas y blasfemas acerca de la virilidad del hombre.

-Querido, hagámoslo otra vez-Dijo la mujer pelirroja.