miércoles, 3 de noviembre de 2010

Versia-3

Era una mañana como cualquier otra, Glornik se levantaba de su cama en la posada “El jabalí dorado”. Se duchó bajó agua muy, muy fría, su temperatura corporal nunca descendía de los 39º. Más de una vez, al llegar a la posada de defender la ciudad se había dado una ducha y había evaporado el agua.
Esa mañana, el sol estaba franqueado por dos nubes, una blanca, y una negra. En Mundoterra la religión veneraba a un dios llamado Solit.
Se decía, que Solit era un planeta, el primero de todos, y que harto de estar solo durante eones, tal era su poder que creó mas mundos, muchos mas, pero que al conocerlos a todos a fondo, se quedó con Versia, el mundo de los cuatro territorios conocidos como Mundoterra, Lunaterra, Ephilium y las tierras salvajes.
En Mundoterra reinaba con democracia y justicia el rey Travius, en Lunaterra se desconocía excepto para los hombres lobo el nombre de su líder, en Ephilium reinaba Rergnak, gran amigo de Travius, unidos por su raza de humanos, pero separados por su religión, y las tierras salvajes era un territorio inhóspito, que nadie podría describir ya que nadie ha vuelto nunca de allí.
Glornik no creía en nada, nunca había creído en nada, las cosas ya eran muy complicadas y la magia era muy poderosa ya de por sí sola sin tener en cuenta que haya entes mas poderosos que los mismos magos y hechiceros de Versia.
Bajó al comedor donde el menú de hoy para desayunar trataba de cordero, Glornik paga un suplemento altísimo extra para que hiciese cada mañana una pieza de carne, y que cualquier huésped de la posada pudiese comer de él, a cambio, siempre tendría para desayunar carne bien echa.
Se tomó varios vasos de agua y dos platos exageradamente grandes de cordero ante la atónita mirada de los huéspedes nuevos, los viejos o permanentes en cambio, ni se inmutaban. Lo único que pensaban era que el caballero de los ojos profundos era muy generoso, y que gozaba de un gran apetito.
Cuando hubo terminado se aventuró al castillo de Travius, como cada mañana después de una batalla este querría agradecérselo. El dinero que el rey se ahorraba de tener que pagar a miles y miles de soldados le venía muy bien a la ciudad, y un diez por ciento se lo llevaba Glornik, eso fue estipulado por el rey, no por el paladín.
Cuando hubo llegado al puente levadizo, pensó que cuan fácil sería saltar esas murallas que guarecen el castillo de extraños, pero tenía que proteger su identidad.
Entró andando, aunque iba vestido con ropa normal llevaba su espada de paladín. Era sabido que tenía otra espada, la que usó en su primera batalla antes de decidirse alistar como paladín, y los que la vieron recuerdan cuan letal era con ella aquel caballero, tenía una forma que ya ninguno recuerda, pero una cosa si que estaba en la mente de todos, esa espada era transparente como el vidrio, pero no hubo manera de romperla, ni con las espadas enemigas, ni con las hachas de los leñadores ya que, para relajar un poco el ambiente Glornik retó a que alguien rompiese su espada, si alguien lo conseguía recibiría su daga.
Su daga, la que siempre colgaba de su cinturón, esa daga que nadie miraba fijamente, esa misma daga que nunca había sido sacado, y que todos temían, hasta el mismo Travius, nadie sabía nada de ella, y menos había quién quería saber algo. Pese a todo, Glornik era reconocido y querido en Crisoloro.
Atravesó el patio poco a poco, acariciando el puño de su espada. De repente Travius salió de la puerta del castillo, vestido con armadura, con su caballo con la vestimenta de guerra y la visera subida, sus ojos rebosaban rabia.
-TU! Tu, has sido tu! Tu has traído la desgracia a mi ciudad! Tu los has traído a ellos aquí!
-Glornik ni si quiera se inmutó, solamente miró atrás del caballo, que resultaba aterrador para cualquier humano, y vio un bulto de pelo encadenado con grilletes, parecía lleno de sangre y se movía lentamente, como con algo roto.
-Glornik, confié en ti, y así me lo pagas!
-En unos segundos que parecieron un suspiro, Glornik sujetaba la garganta de Travius, desde el suelo.
-Nunca os he dado ni un solo motivo para desconfiar de mi, mi rey.
-Travius era el único ser humano el cual Glornik respetaba, era el único que demostraba tener respeto por los animales, querer con fervor a su hija, y tener un honor digno de un caballero.
-Sabes lo que es ese dichoso bulto, verdad?-Preguntó agriamente Travius, sabía que Glornik no lo mataría.
-Si, pero yo no lo he traído aquí-Giró la cabeza hacia el hombre lobo torturado y quemado, atravesado varias veces con dagas de plata para infligirle algún daño, pero no querían matarle esta vez, era un simple mensajero-Que es lo que dice?
-Pide lo mismo que todos, mi rendición, pero este es mas original, y mas sutil, me da dos días, debo abandonar mi ciudad y me dejará vivir, solo he de dejar a las mujeres aquí.
-Típico de Thankuol...-Suspiró Glornik.
-De veras que no tienes nadas que ver, Glornik? Recuerda que eres un caballero de honor.
-Esta vez Glornik apretó un poco la garganta del rey.
-Yo perdí mi honor hace mucho tiempo.
-Y lo soltó mientras se dirigía hacia el prisionero ensangrentado a paso lento, mientras escrutaba y analizaba la situación. No solía dejarse llevar por las emociones pero en ese momento se sentía furioso. Un hombre lobo había llegado a Crisoloro, lo que planteaba una guerra a gran escala, y esa vez no sería muy superior a sus enemigos.
-Quién eres?-Preguntó mientras se sentaba sobre sus talones flexionando las piernas.
-Un gruñido salió de la boca del salvaje hombre lobo, no quería saber cuantos humanos habrían muerto por atar a ese monstruo.
-Travius, no entiende vuestro lenguaje, como demonios ha podido comunicaros esa amenaza?
-Esa cosa llevaba anillada a la garganta una nota donde se me informaba de todo, alguien debió escribirla.
-Thankuol, como no. Sólo el sabía escribir allá de donde Glornik venía, y ese desgraciado que llevaba ese mensaje debía ser uno de sus esclavos, un hombre lobo que no era capaz de controlarse y que sólo el jefe de la manada podía controlar.
Glornik tomó una decisión, se desabrochó la camisa, se quitó los pantalones, en el patio solo estaban Travius, una docena de hombres armados y Glornik, junto con el prisionero.
En ese instante a todos excepto a Travius se les heló la sangre.
Vieron como Glornik se convulsionaba, entre espasmos y movimientos bruscos y secos, se le empezaba a llenar el cuerpo de abundante pelo largo, muy largo, y muy negro, vieron como sus blancos dientes crecían poco a poco pero sin parar hasta alcanzar la longitud de un dedo humano, como sus brazos se ensanchaban y sus piernas se estilizaban y se sobresalían los músculos de las caderas, vieron como sus ojos se tornaban dorados, y como, de repente, el paladín conocido como Glornik, era el salvador hombre lobo que acudía cada batalla para salvar a Crisoloro desde hacía cuatro años.
El hombre lobo, atónito, entrecerró los ojos, de no haber varios soldados aguantándole el cuello con cadenas, se habría lanzado al cuello del otro hombre lobo.
-Quién eres?-Repitió de nuevo Glornik, pero solo recibió como respuesta un salivazo en el ojo.
Glornik sopesó la situación, pero era demasiado tarde, se dejó llevar por sus emociones, rompió con el brazo las cadenas entrelazándolas en su brazo, y cogió del cuello al hombre lobo, lo levantó tanto como su brazo llegó a levantar, ese hombre lobo debía de pesar como unos doscientos quilos.

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