Trece de Marzo del 2016.
Saludos, comandante.
Hoy me he levantado, no sin una resaca propiciada por la llegada de tu misiva anual, de manera tremendamente repentina y como siempre, mal querida y desgraciada. Sigo siendo el peor soldado pues no puedo enfrentarme a vuestra marcha, aún hoy.
Me hallo en uno de vuestros (y míos) más entusiastas deseos, pues me hallo formándome lejos de mi (nuestro) hogar. Soy feliz, dicen, creo, y oigo. Creo. Y héme aquí, que he llorado lo insecable en la cama y lo incorrompible en la pluma. Que hoy no soy fuerte, ni yo, ni vuestro. Hoy soy nadie porque en nada se convierte mi coraza.
Ha sido quizás el año más...dispar en las andanzas del cadete que saciabas de sueños. He visto la lluvia azotar mi ventana, y he pensado en las escapadas a mi reino, con sendas bebidas espirituosas y viendo como las gotas rociaban la suave hierba que nos rodeaba. He sentido lo que es el miedo a la pérdida de mis raíces...
Comandante... no te haces una idea de lo mucho que te he pensado este año en cada cosa nueva que he aprendido. Hubo momentos muy duros en los que, creo, me comporté cómo tú lo habrías hecho. Vacilé, sufrí los golpes, pero me mantuve firme. Y si aquí me encuentro hablándote, un año más, será porque tomé las decisiones adecuadas.
Siempre pensé en las exageraciones de los poetas al nombrar la eternidad en la carga de pensar a alguien. Qué iluso de mi pues os he pensado más de lo que mi pobre alma debería permitirse...pero os debo, al menos, ello... recordaros.
Quisiera...quisiera contaros cómo ha sido crecer. Cómo duelen los golpes más profundos...¡pero cómo sanan!
Quisiera deciros que os he visto en grabaciones tantas veces que tengo mi nombre en vuestra voz gravada a fuego en mi más ínfimo interior, por si alguien quiere acudir en peregrinación.
Quisiera...quisiera veros. No como cada noche. Quisiera veros en mi mesa. Quisiera veros feliz y contento. Y quisiera veros. Sin más.
Que ahora ya contaríais canas. Y mayor mayor mal humor. Pero también mayores besos míos en vuestra piel, y yo, más huellas de vuestros brazos en mi espalda.
Que de los valencianos, dicen, nos vamos de vacaciones al morir. En ello, no puedo reprocharte, pues eras la esencia del trabajo. En el interior, y en el exterior.
Y creo que aquí me detengo. Sois el mayor de mis muros, no porque fueseis alto, que lo eráis, no porque fueseis duro, que lo eráis.
Sois el mayor de mis muros, porque aún no he podido pasaros por encima, y dudo que pueda.
Vuestro cadete, lejos del hogar, pero feliz.
Siempre.
Vicente Magraner Ripoll
3 comentarios:
Precioso��
Te encontré mirando fotos por instagram, y enganchada a tus textos te seguí hasta este blog.
La verdad es que es un placer encontrarte! Te sigo leyendo.
Ánimo!
Sin palabras. Un escrito muy sentido del que he ido entendiendo más conforme avanzaba en sus letras. Muy bonito, y muy sentido. Y sin más palabras...
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